La película más extrarodinaria desde que el cine conoció la "era digital". Y no porque lo digital venga a seducir con duendes gigantes o realidades de mundos y seres imaginarios, sino porque viene a decirnos de una forma novedosa y revolucionaria (y bastante siniestra, claro) que hay una mirada que está más allá de nuestros ojos. Y que esa mirada sea a la vez una cámara que filma y graba y envía videos, da mucho miedo.
No tengo nada que esconder.
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La película más extrarodinaria desde que el cine conoció la "era digital". Y no porque lo digital venga a seducir con duendes gigantes o realidades de mundos y seres imaginarios, sino porque viene a decirnos de una forma novedosa y revolucionaria (y bastante siniestra, claro) que hay una mirada que está más allá de nuestros ojos. Y que esa mirada sea a la vez una cámara que filma y graba y envía videos, da mucho miedo.
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